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miércoles, 7 de octubre de 2015

Como afrontar la nueva temporada de infecciones sin morir en el intento.

Bueno, y poniéndonos a la faena.. ¿que mejor post que uno que hable de los malditos bichitos que van a dominar nuestras casas estos inviernos?. Pues ahí, va: ¡las infecciones del invierno ya empiezan a invadirnos!jejeje..... Mejor nos preparamos. Vamos a leer: 

Sin apenas darnos cuenta han refrescado las temperaturas, necesitamos chaqueta al atardecer pero nos sobra a primera hora de la tarde, los peques llegan sudados del cole porque parece que no acertamos con la cantidad de ropa adecuada….. Esto,  junto a que los niños parecen haberse adaptado ya a la vuelta al cole, significa que:  ¡¡¡se da por inaugurada la “temporada otoño-invierno”!!! Y con ella…. la frase más utilizada en invierno en las consultas de pediatría: “Pablito ha cogido un virus”.
No es nada nuevo decir que: las infecciones más frecuentes con diferencia en la época de frío son las infecciones de vías respiratorias (y en ello incluimos catarros, gripes, bronquitis, otitis….). Lo interesante para afrontar la época de frío es:

  1. 1.     Asumir que es una infección muy habitual en los niños, sin que ello tenga que significar directamente que tenga algún “problema de defensas”. Hagamos caso a las abuelas cuando graciosamente con sus frases quieren hacernos entender que el niño tiene que inmunizarse a base de esta serie de infecciones que mayoritariamente resultan banales.
  2. 2.     Conocer en qué medida podemos prevenirlas. Sin olvidar que el frío no lo vamos a poder cambiar, y éste precisamente, es el agente causal número 1.
  3. 3.     Conocer los signos de alarma de estas patologías o sus posibles complicaciones. Con estos conocimientos sabremos cuando acudir al pediatra o a un centro de urgencias en caso de necesidad.

¿Qué es un catarro?
Podemos hablar de catarro o resfriado cuando tenemos un episodio de mucosidad y tos. Técnicamente también le llamamos “infección de vías respiratorias altas” o “ catarro de vías altas”.
Los causantes de los catarros son casi exclusivamente los virus. Hay más de 200 tipos diferentes que provocan catarros. Los más frecuentes son los rinovirus.
Lo que sucede cuando nos invaden es que se produce una inflamación de la mucosa que recubre las vías respiratorias, en todo su trayecto, desde la nariz hasta los bronquios. De ahí la gran variedad de síntomas que puede producir, a veces unos, otras veces otros… De ahí que según el que predomino podemos nombrarlo más específicamente de una forma o de otra (siendo en global, un catarro). Si lo que predomina es la sensación de mucosidad nasal y la desagradable sensación de “nariz tapada” hablaremos de rinitis, si predomina enrojecimiento de faringe con dolor de garganta será una faringitis, si preferentemente presenta tos ronca (o tos de foca, tos de perro, u otros nombres varios con los que la conocen los padres) diremos que tiene laringitis y si notamos tos y ruidos respiratorios (los famosos mocos en el pecho o pitos) estaríamos ante una bronquitis. La fiebre también es un síntoma acompañante frecuente en estos procesos, sin que ello quiera decir que estamos ante un proceso más banal o más grave, que es lo que muchas veces preocupa a los papás. La fiebre es un signo de infección, ¡y un catarro es una infección!, por lo tanto, la fiebre puede estar presente. Sí es cierto que se suele ver con más frecuencia cuanto menor sea la edad de quien sufre el catarro.
Por norma general, son procesos habituales, banales y autolimitados, que se curan solos en el plazo de unos pocos días sin dejar secuelas y sin necesidad de medicamentos específicos, fuera de los típicos medicamentos sintomáticos para bajarles la fiebre y minimizar las molestias. Si hay fiebre, ésta no suele durar más de 3 o 4 días. La mucosidad y obstrucción nasal puede durar hasta una semana y pasa por diferentes fases hasta su curación: inicialmente es como “agüilla” que cae por la nariz; poco a poco se va espesando y se convierte en mucosidad blanquecina y en su última fase antes de la curación se convierten en amarillos o verdosos, sin que eso sea signo de complicación ni de necesitar antibiótico. Lo que suele alargarse bastante más en su curación es la tos, que puede llegar hasta 2 o 3 semanas (igual que comentaba con el color de la mucosidad, si no hay otros signos acompañantes preocupantes o de alarma como podrían ser la fiebre persistente o dificultad respiratoria, por norma no habría que pensar en la presencia de complicaciones.
En caso de complicaciones, requieren un manejo más específico: ¿Cuándo sospecharlas o cuando acudir al pediatra? (leer más adelante)
¿Por qué en invierno?
No se ha determinado una única causa que determine porqué en invierno hay más infecciones de este tipo, sino que confluyen una serie de factores que parecen predisponer a ello. El frío no es por sí mismo una causa directa, pero sí que es cierto que las temperaturas bajas y el clima frío es el ambiente en el que se siente más cómodo nuestro querido “rinovirus” (el nombre técnico que recibe el virus causante del mayor número de catarros de los niños y los no tan niños…entre otros muchos virus existentes).  Con estas temperaturas inferiores es cuando este agente causal tiene ventaja respecto a otros: aprovecha para replicarse y propagarse mucho más rápido que los demás, y ahí están: llegaron los catarros y desbancaron a las diarreas, llaguitas….y todos esos otros síntomas y virus con los que ya nos habíamos hecho íntimos amigos en verano. 
Además de esto, también hay un factor influyente mucho más personal, y es que nuestro sistema inmunitario tampoco reacciona con igual fuerza contra los bichos que cuando se está en un clima más templado.
Por lo tanto habrá que seguir haciendo caso a las mamás y abuelas cuando dicen: ¡A LA CALLE BIEN ABRIGADO! (o incluso quedarse en casa cuando se empiezan los primeros síntomas de una gripe).  Si nos mantenemos a temperaturas más cálidas y constantes nuestro sistema inmunitario trabajará con mayor capacidad.

¿Cómo se contagia?
La vía de contagio de los virus catarrales es a través de las secreciones que se expulsan al aire con la tos, los estornudos y la mucosidad, o bien también por medio de los objetos que han sido contaminados con estas secreciones.
La puerta por la que entran en el organismo del ser receptor es por la boca, la nariz o los ojos.  Es por este motivo que es tan frecuente su presencia y contagio en los niños pequeños, porque son los reyes compartiendo (o quitando) los juguetes y otros objetos (los tocan, los chupan…) y también tienden al contacto directo entre niños con las manos y la cara. Las manos juegan un papel muy importante como medio transportador de los virus.
Con estas explicaciones previas, es fácil entender que los niños se acatarran porque conviven con ellos otras personas que les contagian, bien niños o adultos, por lo tanto en el cole o en casa.
Una pregunta típica en las consultas es “¡Yo no estoy acatarrado y mi hijo sí, ¿cómo puede ser?!”. Pues es sencillo. La inmunidad de los niños es aún inmadura, más cuanto más pequeños, lo que quiere decir que su sistema de defensa desconoce a todos estos microbios hasta que ya ha ido estando en contacto con ellos otras veces. Es por esto que los niños se infectan con más facilidad y más veces….digamos que hasta que ha generado defensas suficientes contra cada uno de ellos. Los adultos, esa fase ya la pasamos, y cuando el niño nos tose en la cara, nuestro sistema de defensa se ríe de los microbios que van en las secreciones que nos acaba de regalar el niño. Dicho de otra forma, nosotros ya tenemos armas para combatir la mayoría de los virus que los nenes nos intentan contagiar. Os habéis preguntado alguna vez por casualidad ¿cómo lo hacen los pediatras?; si no fuera por este sistema de defensa ya trabajadito y con buena memoria, ¡¡¡no estaríamos casi nunca en la consulta cuando nos buscarais!!! ( ya sabéis por experiencia que mirarle la boca a los nenes nunca es tarea fácil, y sus microbios acaban en nuestras manos y nuestra cara….)
Como media, un niño puede sufrir entre 5 o 6 catarros anuales. Evidentemente, depende mucho del momento en el que se encuentre el niño, si va a guardería o no, si tiene hermanos mayores o no. Es sobre todo entre los 6 meses y los 2 o 3 años el período de máxima frecuencia. Por suerte, esta situación de mayor susceptibilidad es transitoria tal y como explicábamos previamente.  Parte buena de la guardería: es un estímulo incomparable para nuestros niños. Parte mala de la guardería: es probable que paséis 1/3 del tiempo en casa con el niño, sufriendo los síntomas de las infecciones que va a coger… pero sin desesperar: después al llegar al colegio van a ser unos expertos frente a sus compañeros “novatos” en el mundo de los resfriados.

¿Cómo evitarlo?
No existe una vacuna eficaz para su prevención. El motivo clave es que no existe un solo virus causante de estos cuadros, son demasiados.
Por lo tanto, los mecanismos de prevención van a tener que ser más físicos que medicamentosos. Debemos evitar la exposición a personas que puedan ser la fuente de contagio. El lavado de manos frecuente es uno de los mejores hábitos para no contagiar infecciones, con ellos  eliminamos los microbios de su medio de transporte: ¡las manos!
Y ante frases típicas que se escuchan en la consulta, recordemos que los niños no se enferman porque “ha salido al patio sin chaqueta” o “por una corriente de aire”. Los niños se enferman por el hacinamiento en las clases, o en el supermercado a hora punta con gente acatarrada….. Aunque evidentemente, esto no quita que debamos intentar mantener temperaturas constantes y evitar cambios bruscos, puesto que facilitamos así que nuestro sistema inmune funcione con mayor fuerza.

¿Cómo tratarlo?
El tratamiento de los catarros es únicamente sintomático, a pesar de la decepción que produce escuchar eso, decepción de la cual los pediatras somos conscientes. Es de entender que la mucosidad molesta, les hace llorar y comer menos; la tos incomoda y no les deja dormir y la fiebre…la fiebre produce histeria colectiva. Bien, pues hay ciertos mitos que hay que conseguir eliminar al igual que hay ciertos síntomas que tenemos que asumir que van a tener que padecerlos.
La tos, al igual que la fiebre, es un mecanismo de defensa natural de nuestro cuerpo. No quiere decir que dejemos al niño con fiebre por activa y por pasiva, pero si quiere decir que no hace falta tenerle miedo. Ofreceremos al niño antitérmicos en los casos que objetivemos que por él mismo no está siendo capaz de controlar la fiebre. A su vez, la tos ayuda a eliminar las secreciones, por lo tanto es una respuesta positiva de nuestro organismo que intenta evitar que está mucosidad de impacte en el árbol bronquial, momento en el cuál sí se pueden producir complicaciones. Por lo tanto, la idea a extraer de aquí es que deberíamos evitar los antitusígenos en la mayoría de los casos. Podríamos poner como excepción aquellos casos en los que el pediatra los prescriba por motivos más específicos, como por ejemplo aquellas toses secas que le impide el descanso por la noche.  Existen otros casos en los que sí daremos tratamientos más específicos, pero en esos casos no es para tratar la tos, sino para tratar el origen de la tos (podríamos estar hablando de broncodilatadores en caso de un niño asmático con tos porque está sufriendo un episodio agudo de broncoespasmo; o bien antibióticos ante un niño con tos y fiebre que se diagnostica de neumonía, en este caso la tos es por la infección bacteriana a nivel pulmonar y el antibiótico lo que pretende es erradicar dicha infección). En estos casos ya estamos hablando de complicaciones del proceso catarral banal inicial, por lo tanto, situaciones en las que ya debe ser el pediatra el que os guíe en el tratamiento adecuado.
Y por lo que respecta a la mucosidad nasal, un buen lavado nasal con suero fisiológico, y repetido cada vez que se necesite ha demostrado ser el mejor alivio de este síntoma. Al realizar un lavado nasal, despejamos la nariz del niño, con lo que le permitimos estar más cómodo, descansar mejor y comer mejor.
En el mercado hay multitud de medicamentos antitusígenos, mucolíticos, descongestionantes….y de libre venta. Como consecuencia se realiza un abuso de los mismos sin tener en cuenta el elevado número de efectos adversos demostrados. La eficacia de estos tratamientos está puesta en duda en los niños pequeños cuando se compara con medidas sintomáticas (lavados nasales, antiinflamatorios, antitérmicos…). Dicha falta de eficacia clara junto a la cantidad de efectos adversos que pueden presentar dado el libre uso que se realiza de los mismos, convierte a estos medicamentos en drogas que vale la pena minimizar, y en caso de necesidad , realizarlo bajo prescripción médica y con las aclaraciones pertinentes.

¿Cuándo debo preocuparme?
Un resfriado común debería autolimitarse en menos de una semana aproximadamente, con fiebre más o menos alta pero que también se autolimita en 3-4 días. Si así ha sido su evolución, hemos estado ante una infección viral que se ha resuelto. Si el proceso evolutivo es diferente podríamos estar ante una de las posibles complicaciones que los catarros puedan hacer, sin que pueda prevenirse con demasiada eficacia. Una de las peticiones de los papás en la consulta es que prescribamos medicamentos para evitar las complicaciones: bien, eso no existe. Como se describía anteriormente, podemos dar medicamentos para los síntomas, podemos ayudar a expulsar la mucosidad con los lavados nasales o permitiéndole la tos a los niños… pero los medicamentos para prevenir: NO EXISTEN.
El motivo por el cuás se complica un catarro también es una pregunta recurrente: tampoco hay respuesta clara. Depende de muchos factores entre los cuáles existe una predisposición personal que no conocemos y que muchas veces es con el paso de mucho tiempo da la cara manifestándose con muchos otros síntomas.
Dicho esto, solo cabe estar alerta, observar y en caso de sospecha, acudir al pediatra para poder tratar a tiempo estas complicaciones. En el resto de los casos, el reposo, los mimos y los tratamientos sintomáticos son la mejor ayuda para pasar esos días, sin que el pediatra pueda hacer nada más.
Deberíamos acudir al pediatra para revisar la existencia de complicaciones en los siguientes casos:
  • ·          Si la fiebre dura más de 3 días o bien si en lugar de ir descendiendo, con el paso de los días, sube de 39ºC (podría haber alguna infección bacteriana oculta.
  • ·          Si presenta dolor de oídos o secreción. (La otitis media es una complicación frecuente que a veces requiere tratamiento antibiótico)
  • ·          Si tiene respiración acelerada o dificultad respiratoria. (En ocasiones se asocian a neumonía o bronconeumonía, que podría requerir broncodilatadores y/o antibiótico). 
  • ·          Si escucha pitos (sibilancias) al respirar. Estaríamos ante una bronquitis
  • ·          Si los mocos en nariz persisten más de 10 días y estos son cada vez más espesos y malolientes. (A veces se complican con sinusitis)
  • ·          Si presenta tos de perro y ruido al respirar (pueden hacer laringitis, que requieren antiinflamatorios o corticoides)
  • ·          Si el niño está muy decaído y con poca actividad. 

Y no cabe decir, que también debe acudir al pediatra siempre que vuestra impresión sea que la evolución no es como debería o cuando vosotros, los papás necesitéis alguna aclaración técnica o soporte emocional con la situación, que sobre todo las primeras veces no es fácil.
¡Ánimo! Que la próxima vez que veáis moquitos en su nariz tenéis armas en vuestras manos para poder analizar la situación con la mayor objetividad posible.


¡Feliz cambio de tiempo!

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