Bueno, y poniéndonos a la faena.. ¿que mejor post que uno que hable de los malditos bichitos que van a dominar nuestras casas estos inviernos?. Pues ahí, va: ¡las infecciones del invierno ya empiezan a invadirnos!jejeje..... Mejor nos preparamos. Vamos a leer:
Sin apenas darnos cuenta han refrescado las
temperaturas, necesitamos chaqueta al atardecer pero nos sobra a primera hora
de la tarde, los peques llegan sudados del cole porque parece que no acertamos
con la cantidad de ropa adecuada….. Esto,
junto a que los niños parecen haberse adaptado ya a la vuelta al cole,
significa que: ¡¡¡se da por inaugurada la
“temporada otoño-invierno”!!! Y con ella…. la frase más utilizada en invierno
en las consultas de pediatría: “Pablito ha cogido un virus”.
No es nada nuevo decir que: las infecciones
más frecuentes con diferencia en la época de frío son las infecciones de vías
respiratorias (y en ello incluimos catarros, gripes, bronquitis, otitis….). Lo
interesante para afrontar la época de frío es:
- 1.
Asumir que
es una infección muy habitual en los niños, sin que ello tenga que significar
directamente que tenga algún “problema de defensas”. Hagamos caso a las abuelas
cuando graciosamente con sus frases quieren hacernos entender que el niño tiene
que inmunizarse a base de esta serie de infecciones que mayoritariamente
resultan banales.
- 2.
Conocer en
qué medida podemos prevenirlas. Sin olvidar que el frío no lo vamos a poder
cambiar, y éste precisamente, es el agente causal número 1.
- 3.
Conocer los
signos de alarma de estas patologías o sus posibles complicaciones. Con estos
conocimientos sabremos cuando acudir al pediatra o a un centro de urgencias en
caso de necesidad.
¿Qué es
un catarro?
Podemos hablar de catarro o resfriado cuando tenemos un episodio de
mucosidad y tos. Técnicamente también le llamamos “infección de vías
respiratorias altas” o “ catarro de vías altas”.
Los causantes de los catarros son casi exclusivamente los virus. Hay más
de 200 tipos diferentes que provocan catarros. Los más frecuentes son los rinovirus.
Lo que sucede cuando nos invaden es que se produce una inflamación de la
mucosa que recubre las vías respiratorias, en todo su trayecto, desde la nariz
hasta los bronquios. De ahí la gran variedad de síntomas que puede producir, a
veces unos, otras veces otros… De ahí que según el que predomino podemos
nombrarlo más específicamente de una forma o de otra (siendo en global, un
catarro). Si lo que predomina es la sensación de mucosidad nasal y la
desagradable sensación de “nariz tapada” hablaremos de rinitis, si predomina
enrojecimiento de faringe con dolor de garganta será una faringitis, si
preferentemente presenta tos ronca (o tos de foca, tos de perro, u otros
nombres varios con los que la conocen los padres) diremos que tiene laringitis
y si notamos tos y ruidos respiratorios (los famosos mocos en el pecho o pitos)
estaríamos ante una bronquitis. La fiebre también es un síntoma acompañante
frecuente en estos procesos, sin que ello quiera decir que estamos ante un
proceso más banal o más grave, que es lo que muchas veces preocupa a los papás.
La fiebre es un signo de infección, ¡y un catarro es una infección!, por lo
tanto, la fiebre puede estar presente. Sí es cierto que se suele ver con más
frecuencia cuanto menor sea la edad de quien sufre el catarro.
Por norma general, son procesos habituales, banales y autolimitados, que
se curan solos en el plazo de unos pocos días sin dejar secuelas y sin
necesidad de medicamentos específicos, fuera de los típicos medicamentos
sintomáticos para bajarles la fiebre y minimizar las molestias. Si hay fiebre,
ésta no suele durar más de 3 o 4 días. La mucosidad y obstrucción nasal puede
durar hasta una semana y pasa por diferentes fases hasta su curación:
inicialmente es como “agüilla” que cae por la nariz; poco a poco se va espesando
y se convierte en mucosidad blanquecina y en su última fase antes de la
curación se convierten en amarillos o verdosos, sin que eso sea signo de
complicación ni de necesitar antibiótico. Lo que suele alargarse bastante más
en su curación es la tos, que puede llegar hasta 2 o 3 semanas (igual que
comentaba con el color de la mucosidad, si no hay otros signos acompañantes
preocupantes o de alarma como podrían ser la fiebre persistente o dificultad
respiratoria, por norma no habría que pensar en la presencia de complicaciones.
En caso de complicaciones, requieren un manejo más específico: ¿Cuándo
sospecharlas o cuando acudir al pediatra? (leer más adelante)
¿Por
qué en invierno?
No se ha determinado una única causa que
determine porqué en invierno hay más infecciones de este tipo, sino que
confluyen una serie de factores que parecen predisponer a ello. El frío no es
por sí mismo una causa directa, pero sí que es cierto que las temperaturas
bajas y el clima frío es el ambiente en el que se siente más cómodo nuestro
querido “rinovirus” (el nombre técnico que recibe el virus causante del mayor
número de catarros de los niños y los no tan niños…entre otros muchos virus
existentes). Con estas temperaturas inferiores
es cuando este agente causal tiene ventaja respecto a otros: aprovecha para
replicarse y propagarse mucho más rápido que los demás, y ahí están: llegaron
los catarros y desbancaron a las diarreas, llaguitas….y todos esos otros
síntomas y virus con los que ya nos habíamos hecho íntimos amigos en verano.
Además de esto, también hay un factor
influyente mucho más personal, y es que nuestro sistema inmunitario tampoco
reacciona con igual fuerza contra los bichos que cuando se está en un clima más
templado.
Por lo tanto habrá que seguir haciendo caso a
las mamás y abuelas cuando dicen: ¡A LA CALLE BIEN ABRIGADO! (o incluso
quedarse en casa cuando se empiezan los primeros síntomas de una gripe). Si nos mantenemos a temperaturas más cálidas
y constantes nuestro sistema inmunitario trabajará con mayor capacidad.
¿Cómo
se contagia?
La vía de contagio de los virus catarrales es
a través de las secreciones que se expulsan al aire con la tos, los estornudos
y la mucosidad, o bien también por medio de los objetos que han sido
contaminados con estas secreciones.
La puerta por la que entran en el organismo
del ser receptor es por la boca, la nariz o los ojos. Es por este motivo que es tan frecuente su
presencia y contagio en los niños pequeños, porque son los reyes compartiendo
(o quitando) los juguetes y otros objetos (los tocan, los chupan…) y también
tienden al contacto directo entre niños con las manos y la cara. Las manos
juegan un papel muy importante como medio transportador de los virus.
Con estas explicaciones previas, es fácil
entender que los niños se acatarran porque conviven con ellos otras personas
que les contagian, bien niños o adultos, por lo tanto en el cole o en casa.
Una pregunta típica en las consultas es “¡Yo
no estoy acatarrado y mi hijo sí, ¿cómo puede ser?!”. Pues es sencillo. La
inmunidad de los niños es aún inmadura, más cuanto más pequeños, lo que quiere
decir que su sistema de defensa desconoce a todos estos microbios hasta que ya
ha ido estando en contacto con ellos otras veces. Es por esto que los niños se
infectan con más facilidad y más veces….digamos que hasta que ha generado
defensas suficientes contra cada uno de ellos. Los adultos, esa fase ya la
pasamos, y cuando el niño nos tose en la cara, nuestro sistema de defensa se
ríe de los microbios que van en las secreciones que nos acaba de regalar el
niño. Dicho de otra forma, nosotros ya tenemos armas para combatir la mayoría
de los virus que los nenes nos intentan contagiar. Os habéis preguntado alguna
vez por casualidad ¿cómo lo hacen los pediatras?; si no fuera por este sistema de
defensa ya trabajadito y con buena memoria, ¡¡¡no estaríamos casi nunca en la
consulta cuando nos buscarais!!! ( ya sabéis por experiencia que mirarle la
boca a los nenes nunca es tarea fácil, y sus microbios acaban en nuestras manos
y nuestra cara….)
Como media, un niño puede sufrir entre 5 o 6
catarros anuales. Evidentemente, depende mucho del momento en el que se
encuentre el niño, si va a guardería o no, si tiene hermanos mayores o no. Es
sobre todo entre los 6 meses y los 2 o 3 años el período de máxima frecuencia.
Por suerte, esta situación de mayor susceptibilidad es transitoria tal y como
explicábamos previamente. Parte buena de
la guardería: es un estímulo incomparable para nuestros niños. Parte mala de la
guardería: es probable que paséis 1/3 del tiempo en casa con el niño, sufriendo
los síntomas de las infecciones que va a coger… pero sin desesperar: después al
llegar al colegio van a ser unos expertos frente a sus compañeros “novatos” en
el mundo de los resfriados.
¿Cómo
evitarlo?
No existe una vacuna eficaz para su
prevención. El motivo clave es que no existe un solo virus causante de estos
cuadros, son demasiados.
Por lo tanto, los mecanismos de prevención
van a tener que ser más físicos que medicamentosos. Debemos evitar la
exposición a personas que puedan ser la fuente de contagio. El lavado de manos
frecuente es uno de los mejores hábitos para no contagiar infecciones, con
ellos eliminamos los microbios de su
medio de transporte: ¡las manos!
Y ante frases típicas que se escuchan en la
consulta, recordemos que los niños no se enferman porque “ha salido al patio
sin chaqueta” o “por una corriente de aire”. Los niños se enferman por el
hacinamiento en las clases, o en el supermercado a hora punta con gente acatarrada…..
Aunque evidentemente, esto no quita que debamos intentar mantener temperaturas
constantes y evitar cambios bruscos, puesto que facilitamos así que nuestro
sistema inmune funcione con mayor fuerza.
¿Cómo
tratarlo?
El tratamiento de los catarros es únicamente
sintomático, a pesar de la decepción que produce escuchar eso, decepción de la
cual los pediatras somos conscientes. Es de entender que la mucosidad molesta,
les hace llorar y comer menos; la tos incomoda y no les deja dormir y la
fiebre…la fiebre produce histeria colectiva. Bien, pues hay ciertos mitos que
hay que conseguir eliminar al igual que hay ciertos síntomas que tenemos que
asumir que van a tener que padecerlos.
La tos, al igual que la fiebre, es un
mecanismo de defensa natural de nuestro cuerpo. No quiere decir que dejemos al
niño con fiebre por activa y por pasiva, pero si quiere decir que no hace falta
tenerle miedo. Ofreceremos al niño antitérmicos en los casos que objetivemos
que por él mismo no está siendo capaz de controlar la fiebre. A su vez, la tos
ayuda a eliminar las secreciones, por lo tanto es una respuesta positiva de
nuestro organismo que intenta evitar que está mucosidad de impacte en el árbol
bronquial, momento en el cuál sí se pueden producir complicaciones. Por lo tanto,
la idea a extraer de aquí es que deberíamos evitar los antitusígenos en la
mayoría de los casos. Podríamos poner como excepción aquellos casos en los que
el pediatra los prescriba por motivos más específicos, como por ejemplo
aquellas toses secas que le impide el descanso por la noche. Existen otros casos en los que sí daremos
tratamientos más específicos, pero en esos casos no es para tratar la tos, sino
para tratar el origen de la tos (podríamos estar hablando de broncodilatadores
en caso de un niño asmático con tos porque está sufriendo un episodio agudo de
broncoespasmo; o bien antibióticos ante un niño con tos y fiebre que se
diagnostica de neumonía, en este caso la tos es por la infección bacteriana a
nivel pulmonar y el antibiótico lo que pretende es erradicar dicha infección).
En estos casos ya estamos hablando de complicaciones del proceso catarral banal
inicial, por lo tanto, situaciones en las que ya debe ser el pediatra el que os
guíe en el tratamiento adecuado.
Y por lo que respecta a la mucosidad nasal,
un buen lavado nasal con suero fisiológico, y repetido cada vez que se necesite
ha demostrado ser el mejor alivio de este síntoma. Al realizar un lavado nasal,
despejamos la nariz del niño, con lo que le permitimos estar más cómodo, descansar
mejor y comer mejor.
En el mercado hay multitud de medicamentos
antitusígenos, mucolíticos, descongestionantes….y de libre venta. Como
consecuencia se realiza un abuso de los mismos sin tener en cuenta el elevado
número de efectos adversos demostrados. La eficacia de estos tratamientos está
puesta en duda en los niños pequeños cuando se compara con medidas sintomáticas
(lavados nasales, antiinflamatorios, antitérmicos…). Dicha falta de eficacia
clara junto a la cantidad de efectos adversos que pueden presentar dado el
libre uso que se realiza de los mismos, convierte a estos medicamentos en
drogas que vale la pena minimizar, y en caso de necesidad , realizarlo bajo
prescripción médica y con las aclaraciones pertinentes.
¿Cuándo debo
preocuparme?
Un resfriado común debería autolimitarse en menos de
una semana aproximadamente, con fiebre más o menos alta pero que también se
autolimita en 3-4 días. Si así ha sido su evolución, hemos estado ante una
infección viral que se ha resuelto. Si el proceso evolutivo es diferente
podríamos estar ante una de las posibles complicaciones que los catarros puedan
hacer, sin que pueda prevenirse con demasiada eficacia. Una de las peticiones
de los papás en la consulta es que prescribamos medicamentos para evitar las complicaciones:
bien, eso no existe. Como se describía anteriormente, podemos dar medicamentos
para los síntomas, podemos ayudar a expulsar la mucosidad con los lavados
nasales o permitiéndole la tos a los niños… pero los medicamentos para
prevenir: NO EXISTEN.
El motivo por el cuás se complica un catarro también
es una pregunta recurrente: tampoco hay respuesta clara. Depende de muchos
factores entre los cuáles existe una predisposición personal que no conocemos y
que muchas veces es con el paso de mucho tiempo da la cara manifestándose con
muchos otros síntomas.
Dicho esto, solo cabe estar alerta, observar y en caso
de sospecha, acudir al pediatra para poder tratar a tiempo estas
complicaciones. En el resto de los casos, el reposo, los mimos y los tratamientos
sintomáticos son la mejor ayuda para pasar esos días, sin que el pediatra pueda
hacer nada más.
Deberíamos acudir al pediatra para revisar la
existencia de complicaciones en los siguientes casos:
- ·
Si la fiebre
dura más de 3 días o bien si en lugar de ir descendiendo, con el paso de los
días, sube de 39ºC (podría haber alguna infección bacteriana oculta.
- ·
Si presenta
dolor de oídos o secreción. (La otitis media es una complicación frecuente que
a veces requiere tratamiento antibiótico)
- ·
Si tiene
respiración acelerada o dificultad respiratoria. (En ocasiones se asocian a
neumonía o bronconeumonía, que podría requerir broncodilatadores y/o
antibiótico).
- ·
Si escucha
pitos (sibilancias) al respirar. Estaríamos ante una bronquitis
- ·
Si los mocos
en nariz persisten más de 10 días y estos son cada vez más espesos y
malolientes. (A veces se complican con sinusitis)
- ·
Si presenta
tos de perro y ruido al respirar (pueden hacer laringitis, que requieren antiinflamatorios
o corticoides)
- ·
Si el niño
está muy decaído y con poca actividad.
Y no cabe decir, que también debe acudir al
pediatra siempre que vuestra impresión sea que la evolución no es como debería
o cuando vosotros, los papás necesitéis alguna aclaración técnica o soporte
emocional con la situación, que sobre todo las primeras veces no es fácil.
¡Ánimo! Que la próxima vez que veáis moquitos
en su nariz tenéis armas en vuestras manos para poder analizar la situación con
la mayor objetividad posible.
¡Feliz cambio de tiempo!